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Taller de creación de un cuento colectivo sobre biodiversidad y su valor cultural


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En el marco del ciclo #VioletaEnCasa organizado por el Museo Violeta Parra, y celebrando el Día de la Tierra, el pasado 22 de abril Kauyeken dictó el taller de creación de cuentos: Biodiversidad y su valor Cultural.

Junto a Gabriela Simonetti-Grez, directora ejecutiva de Asociación Kauyeken, las y los participantes crearon un cuento colectivo virtual inspirado en la biodiversidad nativa. A través de una transmisión en línea en las redes de Facebook e Instagram, los más de 3000 asistentes reconocieron la relación entre sociedad y naturaleza, reflejada en elementos como sus tradiciones, usos medicinales y dichos, entre otros, que luego plasmaron en un cuento colectivo.

A continuación compartimos con ustedes el texto final:

Como todas las mañanas, Violeta bordaba en su arpillera los paisajes del bosque que rodeaban su casa. A su lado, su abuela preparaba mermeladas para el invierno con frutos de [maqui, murtilla y calafate], que habían recolectado la tarde anterior. Ambas vivían vinculadas a su entorno a través del arte y las costumbres cotidianas, a pesar de que la urbanización dejaba cada día menos espacios naturales que visitar.

De pronto sintieron un silencio ensordecedor. Violeta y su abuela ya no escuchaban el sonido del viento entre las hojas de los quillayes, araucarias, peumos, ni el canto de [la rara, el zorzal, el queltehue, las bandurrias o el colibrí] que las había acompañado durante cada día. Era un mal presagio.

Violeta se asomó por la ventana y vio, posada en una rama, un pequeño [chincol] que la llamaba. El ave le dijo en un canto ahogado que [los humanos estaban talando los árboles] ¡Su último bosque iba a desaparecer!

Mientras [el chincol] cantaba las desgracias, Violeta notó que los hilos de su arpillera se comenzaban a descocer. Los tonos verdes de las hojas del [coigüe y el hualle], el rojo de las plumas de [la loica y el carpintero macho], y el rosa de las flores del [de la fucsia y el copihue] se deshilachaban al tiempo que avanzaba [la tala del bosque].

Violeta y [el chincol] se miraron a los ojos, y en un suspiro, supieron que era el momento de recuperar ese bosque y que juntas podían lograrlo. Para ello llamaron a los animales [puma, zorro y guanaco], y las plantas [quila, calafate y cactus], que con sus habilidades idearon un plan imbatible. Los humanos que avanzaban sobre el bosque no lo sabían, pero el poder de la naturaleza era más fuerte que cualquiera.

Cuando llegaron al bosque, frente a la mirada incrédula de los hombres, [los pumas y los treiles formaron una primera línea y atrás de ellos se resguardaron todos los demás animales y plantas. Con sus ramas, los árboles cerraron los caminos para evitar el avance de los hombres. En ese momento Violeta intentó dialogar con ellos, pero los humanos no la escucharon. Las plantas y animales decidieron hacer una reunión para evitar que el bosque fuera talado sin dañar al hombre, tan solo mostrando su nobleza: con su canto las aves enamoraron a los presentes, los árboles los protegieron del viento y los arbustos les dieron sus frutos para alimentarse], convencidos, los humanos decidieron marcharse.

¡El bosque se había salvado! Su abuela podría seguir alimentándose de sus frutos, Violeta podría seguir creando arte a partir de sus paisajes, y aves, hongos, insectos y arbustos podrían seguir creciendo en su propio hogar. Violeta volvió rauda a casa, y al llegar, vio que su arpillera había vuelto a tener sus colores, y que en ella ahora además se podían ver las siluetas del [puma, el zorro, el guanaco, la quila, el calafate, el cactus, el coigüe, la araucaria y el chincol], los héroes y heroínas del bosque.

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