El 21 de marzo – Día Internacional de los Bosques – pasa desapercibido mientras miles de hectáreas de uno de los bosques más importantes de Chile se queman para siempre.
El bosque de la región de la Araucanía, dominado por la Araucaria (Araucaria araucana), árbol sagrado del pueblo pehuenche, se encuentra protegido tanto por la legislación nacional como por la internacional, habiendo sido declarada Monumento Natural en marzo de 1990. Mismo decreto que enfatiza que “es deber constitucional del Estado tutelar la preservación de la naturaleza”, y que la especie se encuentra “íntimamente ligada a valores y principios que conforman el patrimonio histórico, social y cultural del pueblo mapuche y de la nación toda”. Sin embargo, hoy ese patrimonio desaparece, sin que a nadie le importe mayormente.
Estos bosques, junto a los de Alerce, Lenga, Coihue y Roble, todos característicos del sur de Chile, le hacen honor al término “Lemu-Rehue”, o Bosque Catedral, concepto que hace referencia al bosque nativo de árboles cuyos troncos se elevan como columnas de un templo natural, un bosque (Lemu) donde se elevan las escaleras sagradas del pueblo Mapuche (Rehue)[1]. Esta definición resalta el valor que nuestros pueblos originarios le dan a nuestros bosques como una entidad sagrada, la cual alberga una comunidad enorme de seres vivos que merecen el mismo (¡o más!) respeto y derecho a vivir que todos nosotros. En cambio, nuestra cultura ve al “bosque” simplemente como “una extensión de tierra poblada de árboles”, definición que hasta el día de hoy es posible encontrar en muchos libros, la cual permite que muchos confundan el día del árbol con el día de los bosques, pensando que son lo mismo. Pues no lo son, y por lo mismo cada uno tiene su propio día de celebración (el día del árbol en Chile se celebra el 28 de junio).
Pero a muchos de nosotros – los que entendemos la diferencia entre una plantación y un bosque, los que sabemos el valor que tiene un bosque en sí mismo, el tiempo que ha demorado su conformación, y los miles de procesos que ocurren dentro de uno, en especial aquellos bosques milenarios o centenarios- nos duele cada uno de los incendios o explotaciones madereras indiscriminadas que arrasan con nuestros bosques, porque sabemos lo que estamos perdiendo y sabemos que es casi imposible recuperarlos.
Cuan fácil sería que un bosque fuese tan solo un grupo de árboles. Después de un incendio podríamos plantar unos cuántos pinos o eucaliptos y ya estaría todo solucionado, en menos de 10 años ya tendríamos árboles adultos, como lo hacen las empresas forestales.Pero no es así, los bosques son ecosistemas de gran complejidad, en todo el sentido de la palabra. Conforman un sistema donde conviven un sin número de especies entre las cuales ocurren múltiples asociaciones biológicas, y que además interactúan con su ambiente, haciendo posible una serie de complejos procesos ecosistémicos los cuales son vitales a nivel global.
Los bosques son uno de los compartimentos más importantes de los ciclos biogeoquímicos, los cuales son fundamentales para la vida en este planeta. Entre algunos podemos mencionar la importancia que los bosques tienen en el ciclo del agua: los bosques filtran y purifican el agua, reducen su poder erosivo al amortiguar su caída, y la almacenan, regulando el caudal de los ríos. También son fundamentales para el ciclo del oxígeno y del carbono,debido al proceso de fotosíntesis (captación de CO2 y liberación de O2 para fijación de moléculas de carbono) que realizan todas las especies de flora que conforman el bosque, mejorando la calidad del aire; e incluso los bosques son fundamentales para el ciclo del nitrógeno, si consideramos los procesos de nitrificación que realizan los microorganismos que se encuentran en el suelo o asociados a sus raíces. Esto es ecología básica, todos debimos aprenderlo en la escuela.
Los bosques regulan el clima mediante su intervención en el ciclo del agua, como también en la del carbono al captar grandes cantidades de CO2 del aire, lo que influye positivamente en la reducción del efecto invernadero causada por la acumulación de carbono en la atmósfera. Por último, además de generar refugio y alimento para una enorme cantidad de biodiversidad, los bosques son fundamentales para la vida humana, en particular para quienes dependen directamente de sus recursos no-madereros e indirectamente para todos los que los rodean.
Sin embargo, y a pesar de todo esto se estima que la pérdida de bosques en América Latina y el Caribe es de 3,95 millones de hectáreas al año, mientras a nivel global se estima en 13 millones de hectáreas, siendo la región de América Latina y el Caribe la que más contribuye a esta pérdida[2].
¿Entonces? ¿No creen que ya es momento de comprender que el bosque es un sistema dinámico y complejo, constituido por plantas, hongos, animales y comunidades de microorganismos, que interactúan con su ambiente como una unidad funcional? y mientras los árboles son los componentes claves del ecosistema, son sus procesos e interacciones únicas las que lo hacen un recurso no renovable, ni fácilmente recuperable en nuestra escala de tiempo, no son infinitos y cada día estamos perdiendo con incendios y tala indiscriminada no solamente árboles, sino que -además de destruir un ecosistema completo- nos estamos dañando a nosotros mismos, hundiéndonos aún más en la contaminación, el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la fragmentación del hábitat y la sequía.
¿Qué más debemos esperar para cambiar las prioridades en nuestro gobierno y en la educación de nuestro país?
[1]2004 Escobar Cáceres,Claudio. Disponible en www.mapuexpress.net
[2]FAO 2005. Evaluación de los recursos forestales mundiales 2005. FAO ForestryPaper 147. Rome, Italy. 181 p. Disponible en http://www.fao.org.forestry.
* Fiorella Repetto Giavelli, Bióloga Ambiental, Universidad de Chile. Máster en Restauración de Ecosistemas, Programa Oficial Interuniversitario: Universidad de Alcalá, U. Complutense de Madrid, U. Politécnica de Madrid, U. Rey Juan Carlos.
Comments