El patrimonio puede ser considerado como el conjunto de atributos naturales y culturales, materiales y simbólicos, que representan un valor relevante para las personas y por lo tanto, son base significativa en su concepción de vida y de desarrollo. Además de constituir una fuente insustituible de identidad, que tiene expresión territorial concreta, también es la herencia del pasado, la base del bienestar del presente, y el fundamento donde se apoyarán las futuras generaciones. Por consiguiente, se le puede abordar como el conjunto de bienes valorados positivamente que son traspasados desde el pasado al presente y desde aquí hacia el futuro, y que pasan a ser parte de un desarrollo integral de las personas a nivel individual y comunitario.
La distinción entre patrimonio natural y patrimonio cultural abarca lo no-humano y lo humano con sus valores propios y distintivos. En ese marco la sociedad chilena necesita un nuevo trato con ambos ya que son la base de sus oportunidades, fuente de oportunidades y parte de la imagen país e identidad nacional. Aunque se sabe que el desarrollo es un término relacionado con crecimiento, estabilidad y modernización, se reconoce que ha sido un concepto que ha evolucionado en complejidad en la medida que se le pone en práctica. Ahora ya no sólo tiene un significado económico o material, sino que también persigue la realización plena del ser humano en todas sus dimensiones.
En forma reciente en el mundo se ha acuñado el concepto de sustentabilidad como elemento imprescindible de los procesos de desarrollo. La sustentabilidad incorpora un balance entre las ventajas y desventajas de la integración efectiva entre aspectos sociales, económicos, políticos, ambientales y culturales. Ello implica una mejora progresiva, duradera y justa, dentro de los marcos éticos que impone la sociedad.
Lo anterior adquiere expresiones concretas en la definición de como se mantiene la naturaleza, en las semblanzas que adquieren los territorios, y en los criterios más adecuados para juzgar un adecuado bienestar de las personas. Esto demanda nuevos paradigmas donde los seres humanos, que constituyen el centro y la razón de ser de este proceso, abogan decididamente por nuevos estilos en el acceso, uso y conservación de los recursos y territorios. También aporta en la conservación de valores, prácticas y símbolos de identidad y patrimonio, y en la profundización de la democracia como garantía de la participación de los actores en la toma de decisiones públicas con base en sus principios y valores.
En tiempos de extrema globalización y de responsabilidades compartidas, es relevante transitar por la ruta del entorno habitable, de la mayor seguridad para las personas, de las oportunidades para el bienestar humano, y de mayores niveles de felicidad que van más allá que el simple crecimiento. Esto incluye su necesidad intrínseca de belleza, armonía y vivencias, no solo funcionales, sino también inquietudes estéticas. El deseo es avanzar en un proceso diversificado y amable con la gente y su entorno, en el que el patrimonio natural y cultural sea la base de la identidad de los territorios y fuente de oportunidades de desarrollo.
Chile, un país multifacético y de loca geografía, contiene miles de rincones en los que brotan su tierra y sus gentes únicas y diversas. El ambiente natural ofrece los recursos y los hábitats donde florecen los acomodos humanos para conformar costumbres y expresiones culturales que son características del patrimonio chileno. Allí aparece la identidad del país con base en la diversidad y el carácter único de muchas de las manifestaciones y lugares que constituyen evidencias de esta maravillosa riqueza.
Cada grupo se adapta a las condiciones particulares de los territorios. Las nuevas formas de vida se han integrado a la realidad existente. En algunos casos ello significó la desaparición de grupos humanos o la destrucción de ambientes de naturaleza exuberante. En otros casos, la llegada de vidas diferentes creó nuevas costumbres y expresiones. La integración dio origen a una mezcla donde lo aborigen y principalmente lo español, se entrelazaron para crear nuevas formas que cautivan al mundo. Así, Chile, tiene territorios valiosos y únicos marcados por un conjunto de expresiones naturales y culturales típicas de cada zona que le dan una soberbia identidad y valor patrimonial. Su mantención y buen uso demanda una responsabilidad para todos los chilenos y por supuesto su integración es un gran desafío a los procesos de desarrollo a nivel nacional, regional y local.
La demanda es mantener una cultura de conservación del patrimonio natural y cultural que, avanzando hacia nuevas formas de desarrollo, ofrezcan más y mejores oportunidades a las personas. Por sobre todo se requiere que valoremos la esencia propia de nuestras expresiones y manifestaciones y que sepamos aquilatar la identidad de un territorio único y diverso como fuente de caudales de bienestar para los chilenos. La conservación del patrimonio no es sólo un deseo romántico; es la base de un desarrollo seguro, equitativo, respetuoso y con sustentabilidad.
Guillermo Espinoza, Geógrafo de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Especialista en evaluación ambiental y desarrollo institucional.
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